La demora del mundo
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Presentacion

La idea de que nuestro tiempo está signado por una veloz cadena de cambios y transformaciones encabezados por la revolución tecnológica es contrastada en este libro por el análisis de una contemporaneidad marcada por las asiduas dinámicas apropiativas que imperan sobre la cultura hace medio siglo.

El espíritu revisionista de la filosofía política junto a la técnica de las predicciones algorítmicas han producido un bucle de repetición donde el pasado se convierte en materia de asidua recapitulación y las ideas, lejos de renovarse, se actualizan sobre su acervo histórico.

En este escenario el arte se alimenta de las licencias de sus hábitos disciplinarios.

La abreviación contemporánea provocará que el tiempo haga una remisión sobre el espacio; será la exploración de nuevos territorios el elemento que aportará las claves diferenciales dentro de los circuitos de repetición de la cultura que, a falta de nuevas reglas, volverá evidentes las semejanzas.

Esta circunstancia hace de la originalidad una instancia de excepción inalcanzable.

¿Será tarea del arte el perforar la malla de las lógicas de la anticipación infinita?.

Fragmentos

Capítulo 1

UN MUNDO LONGEVO

La tesitura del presente. (pág 86 a 88) T

Tiempo y originalidad se alimentan recíprocamente. La contracción o anulación de los procesos que caracteriza a nuestra época nos vuelven sobre una cultura donde la experiencia no logra ser aprehendida ni habitada por fuera de las dinámicas requisitorias de lo útil o lo predictivo, volviendo al tiempo “retroactivo” o subsidiario del pasado.

Sin originalidad el mundo se retira sobre la recapitulación de antiguas variantes en busca de una asignación testimonial o instrumental ya que lo nuevo está sujeto a la posibilidad que tengan los procesos de ganar tesitura y dimensión permitiendo madurar un ámbito propicio para la producción de cuerpos simbólicos que la cronología del pleno presente desestima o no alcanza.

Byung-Chul Han encuentra en la falta de contemplación contemporánea una sintomatología del hombre que vive en un tiempo atomizado resultante de una aceleración seguida de un estancamiento donde las cosas se acumulan densamente sobre una cronología que pareciera tanto correr como no poder fluir volviendo difícil o imposible el desplazamiento.

El presente contemporáneo es un emergente del tiempo atomizado, un tiempo impedido de expansión y profundidad.

Esta cualidad temporal condiciona gravemente al arte, que debe buscar su marco de excepción en la flexibilización de variantes ya exploradas donde el medio artístico aprende a alimentarse del medio generando una dinámica endogámica que hegemoniza las obras volviendo genéricas sus metodologías; porque más allá de las propuestas lo que se opera (al no estar dadas las condiciones para alumbrar nuevos precedentes) es un abuso en la sistematización del método.

El territorio provee del abastecimiento de novedad siendo propio de la obra posmoderna el desplazarse continuamente incluyendo nuevos protagonismos, disciplinas y topologías a su inventario.

La modernidad no solo es el territorio donde se piensa y diseña la cultura posmoderna; también es el territorio donde esta se abastece de las licencias necesarias con las que legislar la plena territorialidad de su presente.

En este contexto, la obra autónoma va desapareciendo junto a los procesos productivos que la definen: si ya no es finalidad del arte hacer posibles convenciones y licencias únicas e intransferibles (originales) tampoco es necesario abrir nuevas temporalidades por fuera de las demandas requisitorias de la cronología de la actualidad.

El pleno presente de lo post es un tiempo conmensurable y su manifestación más elocuente está dada en la insistencia por la instalación donde el espacio (única instancia de novedad de la obra heterónoma) lo seculariza ciñéndolo sobre potestades que conllevan sus propias vigencias.

La concepción política que domina hoy la cultura persigue una reafirmación ideológica sujeta a la misma cronología temporal abierta en su representatividad que busca una convalidación que integre a un otro (espectador, contemplador o coautor) dentro de su misma temporalidad ideológica.

Mientras, la obra autónoma y prepolitica dependerá del artista que debe enfrentar (de igual manera que el antiguo griego que emprendía el cuidado de sí ) el riesgo de verse, como ya señalaba Foucault “desgajado de su estatuto”, experimentado una instancia  encomillada e imprevista donde tanto artista como “espectador” podrán verse desbordados de sus propios límites (extralimitados en sus experiencias) cuanto más cercanos se encuentren de este nuevo precedente emplazado por la originalidad de la obra.

Una vez marginada la obra autónoma del protagonismo posmoderno, la construcción de sentido entendida en el canon y la poética comienza a ser sustituida por procedimientos teóricos comunes y transversales que actúan, a su vez, como una forma de revisionismo histórico de la propia disciplina hoy congregada sobre la plataforma institucional integrada por múltiples intereses y potestades.

Ahí donde los procesos dejan de estar ligados al ámbito de la producción para dirimirse en el ámbito de la planificación, el pasado se convierte en materia prima de restitución y trabajo donde opera un inicio póstumo en el que objetos y seres pueden ser “editados” y reconsiderados a destiempo.

Este acortamiento del radio de realidad operado por una sociedad que deja de leerse en clave trascendente en un sentido amplio, que deja de sentirse capaz de correr el límite de lo posible por lo improbable o imposible, encuentra en la inteligencia artificial un modelo de sustitución de sus antiguos patrones de originalidad.

Es evidente la correspondencia entre los neologismos instruidos por Nicolás Bourriaud -uno de los grandes teóricos de la posmodernidad artística- y la instrumentación de las lógicas algorítmicas y predictivas del tecnologos que hoy protagonizan el mayor modelo cognitivo en el que las sociedades se reconocen.

La apropiación, recontextualización y posproducción como instancias constitutivas de la obra posmoderna serán acciones similares a las emprendidas por el algoritmo al vincular distintos caudales informativos encontrando en cada nueva relación una manera de reconfigurar la totalidad del sistema dentro de un recurrente grupo de variantes.

La dinámica de reedición y posproducción resuelve este suministro de novedad dada en su versatilidad relacional.

Lo relacional es hoy la clave deconstructiva del sentido dentro de un modelo que no sabe ampliar los límites legislativos/operativos y sí sus límites territoriales (técnicos, e interdisciplinarios). 

-Teniendo en cuenta el formato de edición se omiten las notas a pie de página del original.

-Este texto está protegido por el derecho de propiedad intelectual puede difundirse en tanto se cite el autor y la edición respectiva.

Capítulo 2

EL SÍMBOLO Y EL PRÓFUGO

Interpasividad. (pág 214 a 217) T

Slavoj Žižek, en su libro Hipocresía (2023), cuenta la memoria de Charles Douglass, el inventor de la risa enlatada, la risa artificial que acompaña los momentos cómicos en las series de televisión y que se escucha superpuesta a las escenas dando a entender no solo que la escena es graciosa sino que hay un público que se ríe de ella.

En los 50, cuando este artilugio se estrena, luego de un día duro de trabajo quien se dispusiera frente a la pantalla experimentaba cómo el televisor se reía en su lugar permitiéndole excusarse de esta acción.

Al principio la risa enlatada, que aún se usa en algunas series televisivas, generó un breve período de inquietud: “¿una máquina que se ríe por mí?”, pero con el tiempo todos se acostumbraron viéndolo como algo natural.

Žižek escribe: “A través de la risa enlatada mis sentimientos más íntimos pueden exteriorizarse de manera radical literalmente puedo reír y llorar a través de otro”, socavando las presuposiciones naturales sobre el estado de nuestras emociones más íntimas.

En la actualidad el campo de producción audiovisual comienza a achicarse bajo la expansión de los juegos en red y las exponenciales instancias lúdicas de participación que ganan territorio dentro de una sociedad en exceso intervenida por retóricas relacionales.

La instancia de participación contemporánea en el arte es, en gran medida, una invitación a emprender una actividad pautada dentro de un circuito de interpelaciones y movimientos planificados en su diseño que retoma un hilo familiarizado de contenidos que, aun en su planificación, dejan un margen de variación suficiente para alentar la acción participativa.

El filósofo Robert Pfaller acuña, teniendo en cuenta este comportamiento, el término “interpasividad” para aludir a este estado donde el espectador debe participar, ser parte de la acción que se lleva a cabo bajo la presunción de su comportamiento, donde interacción y previsibilidad lo confinan sobre un disfrute delegado en el que ya no es plenamente parte de la acción (que otras instancias, cosas, personas o dispositivos hacen por él) pero tampoco puede quedar exceptuado de su participación, inhabilitando gran parte de su capacidad perceptiva e interpretativa.

Como dice Žižek en su libro Cómo leer a Lacan: “esto nos conduce a la noción de falsa actividad: las personas no solo actúan para cambiar algo, sino también para evitar que algo ocurra y así nada cambie”

Bajo estos patrones se incentiva la conformación de avatares psicológicos, cognitivos y virtuales que tienden a reproducir un grado automatizado de acción que no deja de emular la realidad ampliada nativa del tecnologos, donde los actos son actualizaciones del mismo algoritmo o las acciones son vistas como consecuencia “ampliada” dentro de un registro de posibles comportamientos.

En Futuro presente, Éric Sadin escribe un ensayo titulado La inteligencia artificial: el poder de enunciar la verdad. Allí sostiene que el modelo del antropomorfismo tecnológico “no trata de dotar a las técnicas de capacidades de interpretación globales de los fenómenos, sino de asignar a los sistemas capacidades de interpretación específicas, que se suponen superiores a las nuestras en un campo particular”.

La tecnología parcela la información instrumentada como verdad apriórica, inconmensurable por la imposibilidad de su aprehensión dada en su volumen y flujo, a la vez que amplía y sobreejecuta su función utilitarista.

En paridad con el modelo del tecnologos, la interpasividad a la que aluden Pfaller y Žižek apunta a la participación que insta a los espectadores a actuar como se espera de ellos, sostenida en la idea premonitoria que el mismo software actualiza.

Como dice Mckenzie Wark en relación a la afinidad del arte y las dinámicas de la información: “el arte es convertido en programación y permanente modelización del porvenir. Pero al hacerlo, eliminan ese futuro y lo vuelve presente. La actualidad se eterniza como diseño, no como arte”.

La cultura contemporánea nos pone a todos por igual frente a estas modelizaciones: así como el arte hizo un viraje hacia el diseño, los vínculos sociales tendieron en su conjunto hacia esta recreación lúdica vuelta sobre el pasado donde cada individuo emula al individuo que fue.

La invitación participativa del arte priva, en parte, al espectador de la “pasividad” de la intimidad reactiva, aquella que lleva a Žižek a reflexionar sobre el extrañamiento ante la risa enlatada sin la cual podría estar absorto frente a su televisor sin plantearse si es él quien ríe o el pequeño parlante de su pantalla. .

-Teniendo en cuenta el formato de edición se omiten las notas a pie de página del original.

-Este texto está protegido por el derecho de propiedad intelectual puede difundirse en tanto se cite el autor y la edición respectiva.

Videos

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El libro se encuentra disponible en formato físico y digital:

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Bio

Imagen de la autora
Nací un 10 de febrero de 1976 en Buenos Aires, Argentina.

Durante mi infancia tuve la fortuna de pasar parte de mis vacaciones lejos de la ciudad, en Ingeniero Maschwitz. En aquel momento era una localidad de pocos habitantes donde había un castillo abandonado justo frente a mi casa (una construcción del siglo XIX).

Toda mi niñez estuvo llena de expediciones, visitas, excursiones reales y ficticias al arroyo Escobar, los campos aledaños y, por supuesto, al castillo.

Mi adolescencia, en cambio, estuvo signada por el rechazo y el deseo de pertenencia hacia un sistema social del que discrepo en la mayoría de sus términos. En mi caso, esta "inadecuación" con los años se tornó aún menos conciliadora. Hoy creo que es un grave error ceder, acomodarse, adaptarse y un mejor camino disentir, oponerse, construir desde la convicción aunque parezca insensata.

Confieso que he pasado muchos años de mi vida tratando de adaptarme a distintos tipos de “regularidades”; entre ellas a las del mundo del arte. Y si hoy no me encuentro totalmente desplazada de su territorio es únicamente por amor a mi vocación.

Mi relación ambivalente con el medio del arte también signó mi vida laboral, alternando trabajos por dentro y por fuera de él donde he tenido que recrearme en oficios que me llevaron por el diseño, la industria gráfica y la fotografía comercial.

Esta breve reseña lejos está de querer describir tareas cumplidas; aunque podría agregar bajo esa tesitura ciertas formalidades como que estudié en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) un Profesorado y una Licenciatura, que fui preseleccionada por Portugal para las Residencias Unesco-Aschberg en 2003 y que recibí un segundo Premio en 2008 y una Mención en 2007 en el Certamen de fotografía Francisco Ayerza organizado por la Academia Nacional de Bellas Artes, ambas circunstancias dentro de los años en que aún participaba de convocatorias institucionales.

También fui docente en el Área de Extensión Universitaria de la UNA, produje y dirigí una revista de artes visuales de distribución gratuita llamada Reversible, y trabajé en el área de restauración y producción de la Fundación Klemm.

Más allá de estos datos, prefiero describirme como una artista mayormente autodidacta que cuenta con igual cantidad de años fuera del medio que dentro de él y que solo produce obra cuando siente el imperativo de hacerlo, por lo que mi carrera está construida por una producción acotada e infrecuente.

La demora del mundo es mi primer libro.

Contacto

veronicaballestrini@hotmail.com